CRISIS DIPLOMÁTICA EN LOS ALBORES DE LA GUERRA DE LOS SEIS DÍAS
Por José Carlos Guerrero García
Mucho se ha escrito sobre la Guerra de los Seis Días, librada del 5 al 11 de junio de 1967, entre las fuerzas armadas de Israel y los países árabes, a partir de un ataque unilateral organizado por Egipto, Jordania, Irak y Siria. El fin de estos países era nada menos que la aniquilación del Estado judío de Israel como entidad soberana e independiente.
Un aluvión de amenazas de los estados árabes era público y explicito desde sus capitales. Sus maniobras militares, el bloqueo marítimo, las incursiones terroristas, las declaraciones de guerra abierta de los países del Medio Oriente y su anuncio formal desde el Cairo fueron el preludio de los combates en el verano de 1967. Israel emergió victorioso al defender su soberanía, libertad y su existencia colectiva como una nación sólida y unida. Sin embargo, además de estas causas de la gestación del conflicto bélico, existe una detonante más, poco conocida, del casus belli.
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Elie de Benveniste, periodista oriundo de Israel, fue un corresponsal enviado para cubrir los acontecimientos ocurridos en la guerra relámpago de junio de 1967 y compartió sus impresiones en de una serie de artículos que en México fueron publicados en el periódico Novedades. En ellos, Benveniste abordó diversos temas, entre los que están la juventud de Israel, el idealismo social de los Kibutzim, la situación de Gaza y otros, y realizó comentarios juiciosos, concisos y objetivos sobre la situación de Israel en el Medio Oriente después de su victoria sobre la coalición árabe.
Un dato interesante se encuentra en uno de sus artículos, titulado “Como se explica una guerra”. En él se detalla que un factor esencial que dio origen a la Guerra de los Seis Días fue un problema diplomático internacional del Medio Oriente, en el que se involucraron diplomáticos de Jordania e Israel y otras potencias.
El 30 de agosto de 1966, se inauguró la nueva sede de la Knesset (Parlamento de Israel) ubicado en el barrio de Givat Ram en el centro de Jerusalén[1]. meses antes de su creación, un embajador occidental acreditado en Israel, cuyo nombre no se menciona en el artículo, dijo haber realizado una intensa actividad para exacerbar y propagar desconfianza entre tres diplomáticos occidentales enviados a la inauguración, creando un sentimiento de rechazo a la nueva sede del parlamento israelí. El gobierno francés fue el primero en negarse a asistir a la ceremonia inaugural del Knesset. Los embajadores ingleses y americanos se presentaron a pesar del libelo diplomático fraguado por el embajador anónimo, pero Francia envió a un encargado de negocios como su representante en la inauguración.
En esos días de extrema tensión, durante los que los dirigentes árabes se manifestaban contra Israel, los líderes israelís estaban inmersos en la incertidumbre y el nerviosismo por la coacción árabe. El país se veía olvidado por sus aliados, y en especial por el presidente de Francia, Charles De Gaulle, quien pedía a Israel que no hiciera la guerra. Tras el bloqueo del Paso de Tirán, los israelís habían expresado al gobierno frances que consideraban una agresión ese acto de la unión árabe. La respuesta fue que los derechos de Israel por el puerto de Elat estaban sujetos a discusión y subestimaba las amenazas constantes de los países árabes.
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En enero de 1967, siempre según el artículo de Benveniste, el embajador en cuestión continuó con su ardua labor de suscitar la aversión y rechazo de la diplomacia internacional en Medio Oriente y de crear tensiones entre los países árabes y el Estado de Israel. Esta vez aprovechó el desfile militar tradicional que celebra el Día de Fiesta Nacional, que tuvo lugar en Jerusalén el 15 de mayo del mismo año, bajo los convenios del armisticio realizado años antes en otras ciudades. El embajador de marras aprovechó esta oportunidad para hacer campaña con sus diatribas al resto de los diplomáticos en contacto con el Estado Israel, insistiendo en que su gobierno no asistiría a la ceremonia militar y convenciendo al resto representantes susceptibles de países del occidente, los cuales tampoco se presentaron. La excepción fueron los embajadores latinoamericanos, que asistieron al evento a pesar de la crisis diplomática. El objetivo del diplomático pérfido fue aclarado por un cónsul extranjero que brindó la información a Elie de Benveniste en una entrevista:
“Se nos dijo que asistir a la parada sería infligir al gobierno del rey Hussein Bin Talal de Jordania un golpe mortal, pero negarse a asistir a la modesta ceremonia militar del Día de Independencia seria herir doblemente a Israel”.
De esta forma la estratagema del diplomático tuvo un objetivo doble: por un lado catalizar en el Estado de Israel el sentimiento de aislamiento y desprecio frente la animadversión de los países árabes en armas, y por el otro brindar la impresión a los árabes que Israel era abandonado por sus aliados occidentales y estaba listo para ser eliminado por la unión árabe. De inmediato, tras la abertura de aquella brecha diplomática entre Israel y sus aliados occidentales, Egipto, Siria, Jordania e Irak comenzaron con sus planes beligerantes para aniquilar el Estado de Israel, bajo la dirección militar de Gamal Abdel Nasser militar, estadista y presidente de Egipto en ese entonces. Nasser dio la orden de “adelante” durante el mes de mayo de 1967, confiado del apoyo recibido de material de guerra por la URSS: 1,300 tanques, 1,200 semi-orugas, 700 cañones pesados, 360 aviones caza M57 y 70 bombarderos, entre otros, constituían el armamento de que Nasser disponía para llevar a cabo su plan y garantizar la victoria, la cual había esperado 19 años desde la campaña del Sinaí en 1956.
El resto es historia. Egipto, con el pretexto de ayudar a Siria y de que había sido amenazada por Israel, desplegó y concentró sus tropas en la frontera del Sinaí, como pudo confirmarse a través de una emisión de Radio El Cairo que anunció que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Egipto remitía una carta al Secretario General de las Naciones Unidas –U-Thant, diplomático de origen birmano– informándole de la decisión egipcia de poner fin a la presencia de la Fuerza de Emergencia de la Organización de la ONU en territorio egipcio en la Franja de Gaza, solicitando su evacuación.[2]
El 19 de mayo, tras la retirada de la Primera Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas (UNEF) –organismo establecido desde 1956 para garantizar y supervisar el cese de hostilidades–, las tropas egipcias se establecieron sobre la frontera israelí. A través de un anunció oficial en el diario Al-Aharam de El Cairo se difundió en los países árabes un comunicado dirigido al Mariscal de Campo Abdel Hakim Amer:
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“Egipto está ahora en posición de asestar un golpe sobre la cabeza del enemigo, mientras que al mismo tiempo el ejército egipcio en el Yemen continua su labor en apoyo en la revolución del Sur de Arabia”.
El mismo día, el comandante egipcio del frente israelí, el General Murtaji, declaró que las fuerzas egipcias recibieron las posiciones de la UNEF y estaban listas para llevar la campaña más allá de la frontera de Egipto, concentrándose en la Franja de Gaza, en la frontera del Sinaí y en Estrecho de Tirán en el Sharm el-Sheik, bloqueando las vías marítimas comerciales conectadas con el puerto de Eliat para estrangular la economía del Estado de Israel y presionarlo a emprender la guerra. El siguiente paso de Egipto fue firmar acuerdos bélicos con Jordania, Irak y Siria, encabezando la formación de un frente árabe unido contra Israel. Durante 90 horas el ejercito israelí Tzáhal combatió a las tropas árabes, y tras una lucha asidua y constante los venció, conquistando la península del Sinaí, territorios de la franja occidental del Iardén, incluyendo la Jerusalén oriental y la meseta del Golán y parte del monte Hermón.[3]
Gracias al análisis profuso y riguroso de Elie de Benveniste como corresponsal diplomático al concluir la Guerra de los Seis días en el verano de 1967 –con la victoria decisiva del ejercito del Estado de Israel sobre las fuerzas armadas de los países árabes– se puede tener una mirada distinta sobre otro motivo de los que causaron aquel conflicto breve pero crucial entre Israel y los países del Medio Oriente: la ayuda de un diplomático que con destreza y elocuencia causó animadversión entre sus colegas occidentales en la diplomacia del Medio Oriente, y dio la impresión de que el Estado de Israel estaba completamente solo por sus aliados del occidente, listo para ser exterminado por la sinergia árabe.
Como sabemos, sin embargo, y a pesar de la desventaja del ejército israelí en cuanto a recursos humanos y materiales de guerra, Israel venció gracias a la fortaleza y unión de su pueblo, asegurando su libertad, soberanía y su existencia como un país que conserva y evoca el devenir histórico del pueblo judío.
Listas de referencias
De Benveniste, Elie (1968), Tribuna Israelita, Misión en Israel, Como se explica una guerra, México.
Ministerio de Relaciones Exteriores, División de Información, (1967), De palabras a cañones, el plan de guerra de Nasser, Jerusalén.
Zadoff, Efraím, (1999), Enciclopedia de la historia y la cultura del pueblo judío, Jerusalén, E.D.Z. Nativ Ediciones.
Knesset, (2012), La apa, Knesset. Recuperado mayo 09, 2017 de http://www.knesset.gov.il/review/ReviewPage2.aspx?kns=6&lng=1
[1] (Knesset, 2017.)
[2] (Ministerio de Relaciones Exteriores, División de Información, 1967: p. 24)
[3] (Enciclopedia de la historia y la cultura del pueblo judío, 1999: p. 238).
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