Luis Fernando Meneses
El periodo de guerras de la primera mitad del siglo XX en Europa obligó a una gran cantidad de personas a refugiarse en el continente americano y, entre ellas, muchas fueron arquitectos. Por ejemplo, Antoni Boneti Castellana migró hacia Argentina tras estallar la Guerra Civil Española, mientras que Walter Gropius (considerado el padre de la arquitectura modernista), llegó a los Estados Unidos tras el avance de la ocupación Nazi en Alemania.
Desde luego, México no fue la excepción y recibió un gran número de refugiados; entre ellos, Vladimir Kaspé, uno de los arquitectos más sobresalientes en el país durante el siglo XX, y quien llegó al país en 1942 gracias a la amistad que tenía con su colega mexicano Mario Pani.
Originario de Harbin, Manchuria (ahora China), Vladimir Kaspé nació el 3 de mayo de 1910 en el seno de una familia rusa. Sin embargo, en 1946 decidió adquirir la nacionalidad de México, país al que aportó mucho en el campo de la arquitectura, desempeñándose además como profesor y escritor.
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Su formación académica comenzó cuando tenía 16 años, edad a la que junto a su hermano viajó a Francia, donde estudió en la Escuela de Bellas Artes de París de 1929 a 1935. En una entrevista realizada por el canal 22, aseguró que no fue fácil entrar a estudiar a dicha escuela, ya que “la admisión era por concurso y sólo se quedaba el 10% de los aspirantes por intento, de hecho, yo logré entrar en mi tercera prueba”.
Ahí, en la Escuela de Bellas Artes de París, conoció a Mario Pani, quien años más tarde lo invitó a trabajar como redactor de su revista Arquitectura México, para que además saliera de Europa que estaba en medio de la Segunda Guerra Mundial. En sus primeros años en nuestro país, Kaspé comenzó con varias construcciones de carácter privado. Desde estos primeros trabajos, se sintió más cómodo en México que en Francia, ya que “en México encontré mucha libertad, clientes muy entusiastas, audaces”.
Posteriormente, trabajó en edificios más grandes, entre los cuales destacan la Escuela Secundaria Albert Einstein (1949), el Liceo Franco-Mexicano (1950), la Facultad de Economía de Ciudad Universitaria (en colaboración con José Hanhausen), el Súper Servicio Lomas (que en 2011 fue demolido de forma parcial para construir la Torre Bicentenario) y el Centro Deportivo Israelita (1955-1958).
La obra de Kaspé siempre se caracterizó por ser austera y sencilla pero elegante, ya que en el periodo que se desempeñó no había una gran disponibilidad de materiales de construcción; sin embargo, siempre puso valor en lo esencial y realizó construcciones importantes. Además, de acuerdo con él mismo, la peculiaridad su trabajo era “la búsqueda de líneas grades”.
Entre 1943 y 1973 Kaspé fue profesor en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, la Universidad Anáhuac, la Universidad Iberoamericana y Universidad La Salle, siendo fundador de estas dos últimas.
Entre los reconocimientos que recibió se encuentran: La Gran Medalla de la Sociedad de Arquitectos, por parte del gobierno francés, en 1939; las Palmas Académicas del gobierno de Francia en 1957, y en 1980 fue elegido como socio emérito de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, institución de la cual formó parte desde 1954.
Además, como reconocimiento a su gran trayectoria, Alejandro Aguilera González y José Alejandro Avilón Ortiz publicaron el libro Vladimir Kaspé, Arquitecto Racionalista, obra que muestra la obra y pensamiento del arquitecto; y también se creó el Centro Cultural Vladimir Kaspé, ubicado en la Colonia Condesa de la Ciudad de México.
Sin embargo, su legado no termina ahí, ya que también escribió un libro titulado Arquitectura como un todo. Aspectos teóricos-prácticos, el cual está escrito para todos aquellos que se sientan atraídos por la arquitectura.
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Además de la arquitectura, una de sus pasiones era la música, y en especial el piano (instrumento que tocaba de forma semiprofesional). De hecho, sobre estas artes, él opinaba que “La arquitectura y la música son las únicas manifestaciones de carácter plástico que son inventadas por el hombre”.
Vladimir Kaspé falleció el 7 de octubre de 1996 en la Ciudad de México; pero, sin lugar a dudas, será recordado como uno de los mejores arquitectos mexicanos, cuyo legado perdurará como parte importante de la arquitectura en el país.
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