Por Raquel Castro
Quizá no hayas escuchado hablar de Hans Polotzky, pero hoy, que se cumplen ciento quince años de su natalicio, es una buena ocasión para platicar un poco sobre este lingüista y profesor de idiomas cuyas ideas revolucionaron el estudio del idioma egipcio antiguo.
Hans (Hayyim) Jacob Polotzky nació en Zúrich, Suiza, el 13 de septiembre de 1905, hijo de una pareja de judíos rusos de Crimea. En 1911, la familia se estableció en Berlín, luego de haber viajado por diversas ciudades europeas, y fue en la capital alemana donde creció el futuro lingüista.
Formación y estudios
Desde la infancia, Hans Jacob mostró interés en los idiomas, y, además del alemán y el ruso (a fin de cuentas, su lengua materna), aprendió francés, inglés, griego, latín, hebreo (antiguo y moderno), árabe y sirio. Más adelante aprendería muchas otras lenguas, incluyendo el danés y el turco.
Sin embargo, desde la adolescencia tuvo un interés muy especial en la cultura egipcia antigua y en las lenguas semíticas. Tanto así, que en la universidad se dedicó a estos campos del conocimiento y en 1929 presentó una disertación que sentaría las bases sobre lo que hoy se conoce como morfofonología de las inscripciones del Imperio egipcio antiguo y medio, es decir, la parte de la lingüística que estudia la forma de un idioma (en este caso, el antiguo egipcio) a partir de su sonido.
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Polotzky permaneció en Alemania, donde continuó sus investigaciones y las amplió para estudiar también el copto maniqueo y los idiomas iraníes medios (que existieron entre el siglo IV a.e.c. y el siglo IX e.c.), entre los que están el parto y el persa, entre muchos otros; pero en 1934, debido al ascenso del fascismo, emigró a Jerusalén, animado por el filósofo Gershom Scholem, a quien había conocido en Berlín pero que ahora daba clases en la recién creada Universidad Hebrea.
Así, Polotzky se unió al cuerpo docente de la Universidad Hebrea, en la que permaneció en activo por cincuenta años. En ese largo periodo investigó diversas lenguas de Etiopía sin descuidar sus estudios morfosintácticos del copto y el egipcio.
En 1944 publicó la que sigue siendo considerada su obra maestra: el libro Études de syntaxe copte (Estudios de la sintaxis copta), mismo que cambió radicalmente la manera en que se investiga y entiende la sintaxis del copto y del egipcio antiguo. En las décadas siguientes, siguió aprendiendo y estudiando nuevas lenguas, y se mantuvo en activo como investigador y profesor hasta 1990.
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Premios y reconocimientos
Durante su larga carrera recibió innumerables reconocimientos, tales como la medalla Lidzbarski de la Sociedad Orientalista de Alemania, así como muchos doctorados Honoris Causa y el nombramiento como miembro honorario de las Academias Británica, Danesa y Holandesa. Además, Polotzky fue miembro de la Academia Israelí de Ciencias y de la Academia Hebrea de la Lengua.
Entre los premios que recibió están el Premio Rothschild (1962), el Premio Israel (1966) and el Premio Harvey (1982) por su “Contribución al estudio de las lenguas del Oriente Medio, lo que conduce a una comprensión más profunda de las costumbres culturales de sus pueblos.”