Consecuencias de la Guerra de los Seis Días
Raymundo Hernández
(continúa desde aquí)
En los años que siguieron a la guerra, el gobierno laborista israelí implementó una política de colonización en los territorios que consideraba indispensables para la seguridad de su soberanía –si no de jure, sí de facto-, que se manifestó con la creación de colonias israelíes en la Franja de Gaza, en Cisjordania, y, principalmente, a los alrededores de la ciudad de Jerusalén; así como la extensión de la legislación y la administración israelí hacia dichos territorios. La política adoptada por el gobierno de Israel buscaba asegurar la integridad del Estado, pues aunque los árabes habían sido derrotados, esto no significaba que fueran a reconocer la derrota y otorgar el reconocimiento al Estado de Israel; por el contrario, la victoria israelí abrió la posibilidad de un nuevo conflicto con los árabes. La postura israelí estaba justificada en los hechos, pues algunos meses después de la guerra, la Unión Soviética ya había prometido a los gobiernos de Egipto y Siria nuevo armamento.
La política que aplicó el gobierno de Israel se basó en una iniciativa presentada por el ministro Yigar Allon. En el mes de julio de 1967, Yigar Allon presentó un plan para los territorios ocupados; dicho documento se conoce como el Plan Allon y proponía la incorporación de una amplia área del Valle del Jordan a territorio israelí; mientras que las zonas del Banco Occidental, con población mayoritariamente árabe, debían regresar a la soberanía jordana o dotárseles de autonomía. Este plan respondía a la necesidad de preservar la seguridad de la sociedad y la soberanía del Estado de Israel ante un eventual ataque árabe.
El gobierno laborista mostró cautela en las acciones emprendidas en la península del Sinaí y los Altos del Golán. En el Sinaí se desarrollaron algunos proyectos para la colonización del territorio, así como la creación de un puerto y el desarrollo de la industria petrolera; aunque estos proyectos se detuvieron una vez que se llegó al acuerdo de paz con el gobierno egipcio y la firma de los Acuerdos de Camp David, tras la guerra del Yom Kipur. En los Altos del Golán, como contrapeso a la comunidad árabe de siria, que se negaba a reconocer la soberanía israelí, se apoyó a la comunidad drusa que vivía en la zona.
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Una consecuencia de la Guerra de los Seis Días, y una de las más controversiales hasta la fecha, es la población árabe desplazada por la guerra; en la actualidad esta problemática es denominada como el problema de los refugiados. El desarrollo de la guerra provocó que una parte considerable de la población árabe que habitaba las zonas en conflicto se trasladara hacia los países vecinos como Jordania, Líbano, Egipto y Siria; muchos otros se trasladaron a la Franja de Gaza. Aunado al problema migratorio producido por la guerra, también es menester considerar los desplazamientos poblacionales forzados: aquellos en los que el gobierno israelí intervino directamente. Los traslados forzados obedecieron a razones de seguridad interna ya que, aunque la guerra abierta entre los países árabes e Israel concluyó en los primeros días de junio, continuó desarrollándose una “guerra de desgaste”, en la que participaron organizaciones guerrilleras árabes que trataban de revertir el resultado del conflicto bélico. Cuando las acciones guerrilleras comenzaron a afectar seriamente la seguridad de la población israelí, el gobierno israelí decidió expulsar a todos aquellos árabes que se vieran involucrados o que mostraran algún apoyo a los grupos rebeldes.
Los movimientos migratorios forzados propiciaron la desestabilización demográfica de las regiones que recibieron a los refugiados pues hubo zonas en las que se concentró una amplia población; tal es el caso de la Franja de Gaza, de algunas franjas del Banco Occidental y de la frontera jordana y libanesa. Las altas concentraciones de población derivaron en problemáticas de otra índole: vivienda, trabajo, servicios públicos y de salud; así como la aglomeración poblacional.
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Aunado a los problemas anteriormente señalados, hubo un auge en el movimiento de resistencia palestino encabezado por la Organización para la Liberación de Palestina, que comenzó a llevar acabo sus operaciones guerrilleras desde el reino de Jordania, lo que generó una disputa diplomática entre Jordania e Israel. Éste último exigía que el país vecino se ocupara de los grupos rebeldes que operaban en la frontera, antes de que el gobierno israelí se viera en la necesidad de intervenir directamente. El desenlace de estas eventualidades culminó con el bombardeo jordano de las poblaciones donde operaba la guerrilla palestina, acontecimiento que se conoce como el “Septiembre Negro”. Éste fue decidido por el rey Hussein I, ante el inminente derrocamiento de su gobierno por parte de la OLP.
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La Guerra de los Seis Días marca un punto de inflexión en el desarrollo de las relaciones entre palestinos e israelíes y se expresa en las distintas posturas que manifiestan los grupos sociales –ya sea de apoyo o de renuencia– hacia ciertas facciones políticas. En conclusión, ha propiciado que el conflicto palestino-israelí se vuelva aún más complejo y se ha reflejado en el sinuoso y difícil camino de las posteriores negociaciones para el proceso de paz.
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