En el primer número de la revista Zéjel, en el invierno de 1996, apareció un texto de Donald Carroll titulado Varian Fry: Salvador de intelectuales judíos, en el que se narra la interesante historia sobre este personaje norteamericano cuya labor salvó la vida de algunos intelectuales en peligro debido a la persecución de los nazis.
A partir de hoy, cada semana compartiremos contigo una parte de este interesante texto. Aquí tienes la segunda entrega.
Varian Fry: Salvador de intelectuales judíos (2a parte)
Donald Carroll (Transcripción por Carmen Peña)
Aquí puedes leer la primera parte de esta historia
Un asistente social en Francia
Luego de ver el riesgo de todos los judíos franceses [y los de otras nacionalidades refugiados en Francia], Fry declaró que si nadie más los ayudaba, él lo haría. Primero convenció al Departamento de Estado de los Estados Unidos, que no aprobaba que los norteamericanos viajaran a Europa en ese entonces ,para que le emitiera un pasaporte; luego persuadió a la YMCA Internacional para que le diera una carta de presentación que lo identificara como un asistente social, ya que los franceses no aprobaban la entrada a Francia de personas que no tuviesen una labor específica que realizar. Interrogó a quienes habían llegado recientemente de Europa acerca de las verdaderas condiciones del gobierno de Vichy. Habló con Eleanor Roosevelt y logró su favor para obtener la cooperación de los cónsules en Francia. Conversó con Thomas Mann, Jacques Maritain, Reinhold Niebuhr, Jules Romains y muchos otros, quienes aportaron nombres de personas a quien intentaría de alguna forma salvar de los nazis.
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Luego de un viaje por tren desde Lisboa, llegó a Marsella el 15 de agosto de 1940. Llevaba dos maletas de ropa, una lista con varios cientos de nombres y US $3.000 en efectivo adheridos a su pierna. Se instaló en la habitación 307 del hotel Splendide, a la vuelta de la estancia Saint Charles.
La acción era necesaria: el afán colaboracionista de las autoridades francesas era peor de lo que a Fry se le había hecho creer durante las semanas anteriores a su llegada; un amenazante decreto tras otro, emanaba de Vichy. Eran leyes contra los judíos, y disposiciones que autorizaban a los prefectos de la policía a arrestar e internar a los judíos extranjeros sin causa alguna. Y entonces se anunció que todos los extranjeros entre 18 y 55 años podían ser internados.
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Aun más, no se permitía a persona alguna a salir del país sin una visa de salida y todas las solicitudes de visa eran entregadas en la Gestapo. Para aquellos que permanecer en París entrañaba un peligro mayor, el solo hecho de solicitar autorización para salir del país garantizaba el arresto inmediato, internación en un campo de concentración y, en último intento, deportación a Alemania.
Por ese motivo Varian Fry se movió rápidamente para establecer contactos con tantas personas de su lista como fuera posible encontrar entre el gran número de refugiados que había en la ciudad. Al primero que ubicó fue a Franz Werfel, el escritor cuya novela The Forty Days of Musa Dagh (Los cuarenta días de la Musa Dagh) se había convertido en un bestseller internacional, y a su legendaria esposa Alma Mahler Gropius Werfel. Ellos se hospedaban en un hotel cerca de Vieux Port. Fry los encontró muy poco atractivos: Werfel era un hombre bajo y gordo, usaba gruesos lentes y se lamentaba con gran autocompasión: su esposa se daba aires de importancia.
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Mucho más agradable encontró al patricio y respetuoso Heinrich Mann, hermano mayor de Thomas Mann, quien en ese entonces probablemente era más conocido como escritor que su hermano. De hecho, era tal el respeto que inspiraba que, en 1933, la prensa social demócrata lo había propuesto como candidato a la presidencia de Alemania. En 1933, cuando Hitler subió al poder, Mann fue la primera persona a quien se le canceló la ciudadanía alemana. Él y su joven esposa, Nelly, se alojaban en un hotel ubicado frente al Splendide.
Una vez que se establecieron los contactos iniciales, Fry rápidamente logró ponerse en contacto con varias de las personas en su lista. En efecto, el correo clandestino de los refugiados era tan bueno que la mayoría de ellos encontró a Fry antes de que él los encontrara. Con la misma rapidez, reclutó a los ayudantes que tanto necesitaba. Dos de ellos fueron de vital importancia para su operación: Albert Hirschman, un economista alemán de 25 años con cara de niño, a quien Fry apodó ‘Sonrisal’, y Miriam Davenport, una energética joven de Boston que estudiaba arte en la Sorbonne cuando estalló la guerra. Con Fry a la cabeza, la audaz pequeña banda procedió a lanzar una de las más osadas operaciones de la guerra.
Continuará…
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Referencia:
Carrol, D., “Varian Fry: Salvador de intelectuales judíos, Zéjel, 1996, Chile, pp. 35-41.