Por Luis Fernando Meneses
“Con el pueblo judío en particular siento una gran afinidad, tengo mucho cariño y además un gran respeto. En el orden personal puedo afirmar que tengo antepasados judíos. Soy descendiente de marrranos (judíos obligados a profesar la fe católica pero que guardaban la suya en el judaísmo) …”
Con esta cita puede resumirse el tipo de relación que tuvo con el pueblo judío Jorge Luis Borges, escritor argentino que murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza. Pero no solo fue escritor, ya que también fungió como bibliotecario, profesor, conferencista, crítico literario y traductor, y a la fecha es considerado uno de los pilares de la literatura fantástica latinoamericana.
Su obra ha sido objeto de incontables estudios académicos y ha influido poderosamente en las posteriores generaciones de escritores y, además, le mereció distintos galardones y reconocimientos; entre ellos, el Premio Jerusalén en 1971.
De entre su vasta obra, marcada fuertemente por cuestiones filosóficas, misticismo y ficción, encontramos algunos poemas en los que aborda tópicos relacionados con la cultura judía, sus leyendas tradicionales e incluso sus filósofos.
“Siempre me interesé por el misticismo judío y por la Cabalá. He leído un libro sobre este último tema, de Gershon Sholem, y escribí un cuento inpirado en él: “El Gólem”. También he escrito un cuento cuyo título corresponde a la primera letra del alfabeto hebreo: “Aleph”.
Hoy, a manera de homenaje en su aniversario luctuoso número 35, lo recordamos con dos poemas suyos relacionados con la cultura judía: “El Golem” y “Baruch Spinoza”.
No puedes perderte este hilo de Twitter sobre el significado cabalístico del nombre de Jorge Luis Borges
Al respecto de su poema “El Golem”, alguna vez mencionó:
“Este poema es uno de los que yo prefiero; bueno, digamos que es el menos malo de los míos. […] En la hora de angustia y de luz vaga, en su Golem los ojos detenía. ¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios al mirar a su rabino en Praga? Qué terrible, ¿verdad? ¿Qué sentirá Dios? Porque la obra del hombre es imperfecta, el Golem es al rabino como el hombre es a Dios, como el poema es al poeta: lo que creamos es siempre inferior a lo que deseamos”
El Golem
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia.
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
De letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
Labró, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Templo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdido en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
De Antes, Después, Ayer, Mientras. Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura adoptó Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
En un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
“Esto es pie; esto el tuyo; esto la soga”
Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación del Sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro,
Harto menos de perro que de cosa
Seguían al rabí por la dudosa
Penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?
En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
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Por otro lado, comentó al respecto de Spinoza: “El hombre debe amar a Dios con amor intelectual, es decir, debe amar el orden del universo, el amor del destino. Cada uno debe amar su propio destino; no importa que éste sea desdichado, es parte del Universo, del perfecto universo de Dios […] Dice Spinoza que debemos amar a Dios sin esperanza alguna de ser amados por él.”
Baruch Spinoza
Bruma de oro, el Occidente alumbra
La ventana. El asiduo manuscrito
Aguarda, ya cargado de infinito.
Alguien cnostruye a Dios en la penumbra.
Un hombre engendra a Dios. Es u judío
De tristes ojos y de piel cetrina;
Lo lleva el tiempo como lleva el río
Una hoja en el agua que declina.
No importa. El hechicero insiste y labra
A Dios con geometría delicada;
Desde su enfermedad, desde su nada,
Sigue erigiendo a Dios con la palabra.
El más pródigo amor le fue otorgado,
El amor que no espera ser amado.
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Estos poemas, así como las citas textuales utilizadas en esta entrada, están contenidas en “Borges: el judaísmo e Israel”, volumen 6 de la revista “Sefárdica”, publicación resguardada en la hemeroteca del CDIJUM y disponible para su consulta en nuestras instalaciones.
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Referencia:
Sefárdica (1988), Borges: el Judaísmo e Israel, Publicación del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefaradí, Fesela, Buenos Aires, p. 200.