Raquel Castro
A menos de dos horas en automóvil de la ciudad de Varsovia, en medio de un bosque, se encontraba el campo de exterminio de Treblinka, construido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En las cámaras de gas de Treblinka, que funcionó apenas un año tres meses, fueron asesinados entre 700 000 y 900 000 judíos, así como alrededor de 2 000 gitanos.
Sin embargo, uno de los datos que vuelven especialmente interesante a Treblinka es que el 2 de agosto de 1943 hubo una revuelta organizada por prisioneros del campo. La organización fue minuciosa y comenzó desde principios de ese año, cuando un grupo de internos formó un grupo subterráneo de resistencia con la intención de ganar el control del campo y liberar a los presos.
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El primer líder del movimiento fue el médico judío Julian Chorążycki, quien había llegado a capitán del ejército polaco, y que cometió suicidio, para no delatar a sus compañeros, cuando se dio cuenta que su captura era inminente. Después de él, tomó el mando otro médico que también había sido oficial del ejército polaco, Berek Lajcher, y con él participaron, entre otros, la doctora Irena Lewkowska, Rudolf Masaryk (que murió durante la revuelta), Marceli Galewski y Samuel Rajzman; pero contaron con el apoyo de muchas más personas.
La fecha del levantamiento fue elegida de manera práctica: el 2 de agosto de 1943 fue lunes, día en que normalmente no trabajaban las cámaras de gas. Un grupo de guardias, compuesto por alemanes y ucranianos, había aprovechado la ocasión para salir de excursión, cosa que aprovecharon los internos, quienes se escurrieron en la armería (usando una llave que habían duplicado tiempo antes) y robaron veinte granadas de mano, unos 25 rifles y tantas pistolas como pudieron.
La revuelta comenzó minutos antes de las 4 de la tarde y duró cosa de media hora, tiempo en el que la insurgencia judía, conformada por unas 700 personas, volaron edificios, incendiaron un tanque de petróleo y quemaron varias estructuras cercanas.
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Al final, fueron cerca de 200 personas las que lograron escapar del campo. Algunas se escondieron en los bosques cercanos y se unieron a los partisanos; otros fueron ayudados por campesinos polacos. De ellos, sólo se sabe de unos 70 que lograron sobrevivir hasta el final de la guerra.
Más adelante, algunos de los sobrevivientes escribieron sus testimonios, para que quedara constancia del grupo de valientes que arriesgó (y, en su mayoría, perdió) la vida para defender su dignidad, la de sus compañeros de cautiverio y, en general, la de todas las víctimas del horror nazi. Tal fue el caso de Jankiel Wiernik (1889 – 1992), judío polaco que sobrevivió al escape y que escribió sus memorias casi de inmediato. Éstas fueron publicadas bajo el título Rok w Treblince (Un año en Treblinka), que fue editado originalmente en 1944 por organizaciones subterráneas de resistencia y circuló en la Europa todavía ocupada por los Nazis. Por cierto: una edición en español del libro de Wiernik, publicada en 1945 por la Asociación Editorial Pro Cultura, puede ser consultada en la biblioteca del CDIJUM.
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