Transcripción por Beatriz Rivera Hernández
En la edición del 3 de abril de 1981 del periódico Prensa Israelita encontramos un artículo titulado “Rockstars judíos”, en el que se habla en torno a la relación de distintas estrellas de rock and roll con su identidad judía.
Esta es la segunda entrega de cuatro en las que te compartimos fragmentos de este artículo que fue traducido por Sara Krongold, entonces la Directora General del periódico. Cabe destacar que se mantuvo en su mayoría la redacción original del texto.
Esta entrega trata sobre la figura del gran Bob Dylan.
Aquí puedes leer la primera parte de esta entrega
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La situación es algo diferente al otro lado del Atlántico donde ser judío parece menos engorroso que en este país. Inglaterra es una sociedad muy homogénea, en la que los judíos se consideran una minoría, mientras que en los Estados Unidos, los judíos son uno de muchos grupos étnicos, en el mismo nivel que los irlandeses, italianos, polacos y muchos otros que integran la sociedad americana.
Sin embargo en esta sociedad abierta todavía existe el arquetipo que es difícilmente el típico caso de Bob Dylan Zimmerman que ha pasado la mayor parte de su vida pública desconcertando encuestas interesadas sobre todo asunto debajo del sol, incluyendo el punto de si es judío o no. Hay rumores recientes sobre los que se puede suponer que todos los periodistas del mundo han tenido un suspiro de alivio –que ahora no sólo ha admitido su judaísmo, sino que acepta ser judío a lo grande, cambiando otra vez su nombre a Zimmermann, estudiando la mística de su cultura étnica-. Pero, quién puede saber con Dylan, puede ser una nueva pose.
Sin embargo, a pesar del empeño de Dylan de mantener su enigmática imagen para mucha gente se le puede etiquetar con otros dos nombres -los de Leonard Cohen y de Simon and Garfunkle duo. Estos cantantes son algo más accesibles sobre su judaísmo. En particular Cohen que ha manifestado públicamente su judaísmo, mientras que Dylan no lo ha hecho. Uno podría argumentar fácilmente que las similitudes que todos esos cantantes poseen saltan del hecho de ser judíos, porque todos son figuras de vagabundos rebeldes contra la sociedad, no – conformistas. Básicamente todos son alineados, que cantan sobre su soledad, su aislamiento. Y al principio, todos ellos apelaron a una muy pequeña sección de la sociedad: a estudiantes bohemios y hippies. Pero ahora su magnetismo se ha ampliado debido a que los valores que representan vienen a aplicarse a la cultura juvenil como un todo.
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Bob Dylan lo empezó todo. A principios de los sesentas emergió del interior del Medio-Occidente como un cantante popular cuya lírica de hecho significaba algo. Dio en el blanco en la escena del pop como una bomba, pues en ese tiempo el pop era un asunto sin sentido; tenía cierta energía, pero eso era todo. Dylan cambió todo eso. Su música era accesible –suficientemente accesible para los cánones del pop al menos-, pero cantaba simplemente de experiencias relevantes a gente joven, pensante. Sus primeros discos fueron canciones de protesta populares “The times they are changing” y “Blowing in the wind” son probablemente las más famosas. Ahora siete años después, son consideradas como clásicas”.
Pero Dylan no se dedicó a ese estilo durante mucho tiempo. Después de 3 LPs populares, abandonó el rasgueo de la guitarra por instrumentos de percusión y una orquesta grande (que son, de hecho, los recursos electrónicos del pop). Pero aunque su música se convirtió en más comercial, su lírica se encaminó directamente por el sentido opuesto y se convirtió en surrealista, influenciado por la droga, con todo propósito muy oscura y totalmente incomprensible. Uno no podría oír lo que decía, de forma alguna con semejante arreglo de un estallido mental en el trasfondo.
Dylan continúa desconcertando en la increíble gama de impredecibles canciones suyas y su propia conducta. Una entrevista largamente esperada que concedió al periódico subterráneo de música “Rolling Stone” fue muy reveladora por lo que no se reveló. Dylan es el maestro de lo evasivo y su conducta fue monosilábica cuando se le tocó cualquier cuestión personal (aunque sagazmente abundó en lo impersonal). Rehusó discutir el impacto que había hecho en la gente joven o su contribución a la cultura del pop, aunque es interesante constatar que el único momento en que perdió su calma fue en un agitado ataque contra los “Dylanólogos”, sus fans, la labor de cuyas vidas es desenmarañar el significado de sus palabras. Estima que están perdiendo su tiempo tomándolo con demasiada seriedad. Sostiene que es sólo un cantante. Pero es mucho más que eso.
Continuará…
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